En el pueblo me habían dicho que no valía la pena contornear el embalse de alta montaña porque no había ni camino ni truchas. El viejo pescador me dijo que lo intentara, que sin probar cosas nuevas la pesca no vale la pena. Me lo creí y lo intenté, y efectivamente en ese rincón donde no parecía que hubiera nada, desde arriba vi nadando en las aguas claras una trucha de buen tamaño que se cebaba no pude distinguir a qué. Bajé con cuidado la pendiente hasta poder lanzar desde la orilla a trucha vista y con bajo largo y una pequeña ninfa como señuelo. Fue emocionante ver la gran trucha tomar la pequeña ninfa y luego la pelea hasta ensalabrarla para la foto y después devolverla al agua donde a buen seguro se habrá quedado esperándome, a mi me gusta imaginármelo así, para vernos las caras cualquier otro día.