El día empezó tapado, nublado y con poca actividad de las truchas pequeñas, lo que nosotros interpretamos como una buena señal para capturar las grandes. Sin embargo, nuestra primera captura fue un barbo de buena talla. Hubo que esperar a la tarde, y poco antes de la tormenta, comenzaron a moverse las grandes. Empezamos entonces a trabajarlas pescando bien a fondo y con derivas intencionadamente muy lentas. Conseguimos así clavar algunos buenos ejemplares. Uno de ellos presentó mucha pelea, era un pez de una potencia increíble. Quiso liberarse tanto metiéndose entre los matorrales de la orilla como dando saltos de metro fuera del agua, parecía un reo, pero al final quedó para la foto en nuestros salabres. La captura extraordinaria fue nuestra trucha de 70 cm que, a su vez, dio la batalla descolgándose corriente abajo, cosa que cuando la hacen es para echarse a temblar, pero al final y a base de correr por la orilla también conseguimos capturarla.