Allí fuimos dos de la selección catalana de salmónidos mosca juventud a nuestro campo de entrenamiento, es decir ese tramo con truchas grandes que además permite lances largos, completamente seguros de nosotros mismos y de nuestras posibilidades. Al principio salían las cosas como esperábamos, un montaje de tándem y las truchas grandes entrando cuando hacíamos bien los lances y las presentaciones.
Entonces, en un remanso y claramente visible, una trucha más grande se soleaba tranquila mientras comía insectos a la deriva, de manera que con todas las precauciones y a trucha vista nos dispusimos a clavarla.
Lo probamos todo. Vaciamos la caja de moscas. Cambiamos de postura. Nos desfondamos todos los de la cuadrilla intentándolo. No hubo manera. La trucha, quieta en su sitio, seguía comiendo mientras despreciaba olímpicamente todas y cada una de nuestras moscas, perdigones y ninfas. La explicación: sencillamente esa trucha sabía más que nosotros.
Nos queda mucho por aprender.