Salió un día excelente con sol y nubes blancas de modo que el padre y los hijos ya por fin pudieron recibir el curso que con tanta ilusión habían estado esperando, pero ya se sabe que esto de la pesca es cualquier cosa menos una ciencia exacta y al parecer también las truchas aprovecharon el día para solearse sin hacer caso a los señuelos que los alumnos lanzaban cada vez mejor conforme aprendían, de modo que no capturaron ninguna; así que nuestro instructor, al caer la tarde y finalizado el curso, aprovechó que pasaba un mosquero por allí, le pidió por favor un ratito sus aparejos, puso una de sus moscas infalibles, y delante de todos sacó dos truchas del país, una propina de pesca que sirvió para que los alumnos pudieran al menos conocer el procedimiento para devolverlas al agua en los mejores lugares y condiciones.